sábado, 30 de agosto de 2008

Chinos, gorros y cerveza

Ay... rozando las fronteras más soñolientas en el tramo límite de final de verano. Huele a cesped, a alegría. Y bueno, al parecer, recién concluidas las Olimpiadas, la cultura china aparece de forma seguida más deprisa en mi vida; ¿quién lo diría? El caso es que apenas me pare antes a imaginar que estaría dos días seguidos alimentándome a base de comida china, primero en un bufet de estos libres y más tarde (anoche, concretamente) de cena en casa de Lyli. No están mal los rollitos y todas esas piezas de puzzle que forman la gastronomía oriental, pero el aliciente de poder disfrutarlos con los amigos es colosalmente insuperable (la risa tonta da un toque muy especial a la comida). En fin, también recuerdo los momentos pasados algunos días antes, momemtos entre -¡por favor!- sueños repetidos constantemente y rociados con el refrescante tacto de la cerveza con limón (que en incalculables tomas se hace más alegre). Gorros de vaqueros, pañuelos de izquierdas y mucha más cerveza con un poco de bálsamo ruso fueron desfilando -a veces juntos y otras en fila india- por la temprana noche... ¡y no olvidemos los regateos! He aprendido que siendo un pesado de los cojones es mucho más fácil todo o, simplemente, poniéndote amable y gracioso con el vendedor. Estuvimos en el concierto (gratuito) de Melocos -pues porque era gratis que si no no vamos- y allí Tuti apareció en la escena. ¡Joder!, qué risas con él... encima llevaba todo el verano sin verle y me alegró mucho hacerlo. Hicimos demasiado el gamberro, pero disfrutamos como enanos. ¡Royo y yo nunca bebimos tanto, pardiez!
Y todo eso mezclado con ganas, con muchas ganas y palabras...
Cloro, todo huele a cloro, a humo y a aire.

"... sed libera nos a malo".


Salud y mucha suerte.

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