domingo, 20 de julio de 2008

El Amor hacia el Tablero

Anoche estuve viendo Nabuco, de Verdi, en una plaza de toros. Tal como opina mi padre, el libreto es una simple escusa para la música, en lo que estoy completamento de acuerdo.

Hoy por la tarde volví al templo. Ya echaba de menos la frescura y la armonía de sus paredes. Me quede muy relajado, feliz. Escuché las olas de aquel mar azulado que ahora tanto me mete tierra adentro. Antaño, residía en los días con una esperanza puesta en el futuro, esperando ese "algo", eso indefinible que tanto añoro, o, simplemente, que un momento cualquiera (aunque esperado) me salvara. Ahora, me doy cuenta que la sangre cuajada me ha traido una esperanza que se centra en la vida, en lo que se vive, en un indiscutible puzzle entre lo presente y lo futuro. Vivo extrañamente relajado, sonriente... y eso me gusta.

La princesa rubia del Mundo de Lírica espera que haga cierta mi promesa. Cumpliré lo que dije, hasta entonces, mi querida princesa, quédate con el estribillo de la jota segoviana que tanto repites siempre.

Is 53, 5


Mucha suerte.

No hay comentarios: