miércoles, 16 de julio de 2008

Desde los ojos árabes

Esta mañana me levanté con una miel quimérica en los labios. Tuve uno de esos sueños tan reales y tan bellos de los que no quieres despertar. Al instante de oír el despertador, me sentí plenamente habitante de mis fantasías (si ya lo dijo Calderón, que toda la vida es sueño...). No sé, aquello que soñé fue -para mi sorpresa- lo que tanto tiempo andaba -y ando- buscando. Fue una locura maravillosa en la que desperté de nuevo la llama de mis deseos. Era un aura bella, piel pelirroja con pecas color tierra, risa de conchas y olor a agua... Resucité por un momento de la tempestad: ¡por fin llegó la calma! Pero todo aquello me recordaba a algo pasado, a un infortunio, a un vagón de amor descarrilado. Además, la idea de comenzar algo nuevo, de comenzar eso que todos los días deseo comenzar... Ambas cosas perturbaron mi delirio nocturno.
Cuando todo terminó y asimilé el nuevo día que se me anunciaba con el despertar, no sé, me sentí bien, muy feliz.
Hoy también empecé a leerme el Corán. Todavía estoy inmerso en una introducción que habla sobre el islamismo, la vida del profeta Mahoma y la historia del Corán. Me apasiona la cultura árabe, su religión, su folklore, sus gentes, sus países, etc. Estoy descubriendo muchísimas cosas acerca del Islam, sobre todo de su origen y expansión.
Con los nuevos datos adquiridos, puse pilares de marmól a una idea que ya antaño deje olvidada. Ese pensamiento se basaba en que ese Dios que dirige el cristianismo, el judaísmo y el islamismo es un mismo Dios, un Dios que está por encima de tantas y tantas cosas que no llegamos a comprender.
Desde mi pequeña experiencia religiosa, he aprendido que las religiones se basan en un conjunto de "propuestas" para poder alcanzar la felicidad que todos buscamos (siempre subrayando la presencia de Dios en estos actos), dependiendo muchísimo esos gestos en la cultura que rodea a esa religión. Cada uno de nosotros ve a Dios de una forma única y personal, ya que Dios está dentro de nosotros mismos y, a la vez, en todo el ambiente que nos rodea. Da igual cual sean las acciones que impongamos en nuestras vidas para encontrar a Dios, siempre que seamos felices a la hora de realizarlas.



La imagen muestra la Mezquita Azul de Estambul, la antigua Constantinopla, puzzle y laberinto de culturas. Para mi opinión, el templo es maravilloso.

Mucha Suerte.

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